martes, 8 de abril de 2014

Leído por ahí

La vida es una serie de sucesos catastróficos. Y llevo mucho tiempo pensando que el amor es el equilibrio que separa la supervivencia de la locura. Y mientras tanto, mientras estás solo, parece que te encuentres en mitad de una tormenta que parece durar demasiado. Y te arrastras a través del barro, como gritando. A tientas, y con todas tus fuerzas. Sólo para llegar a un sitio en el que guarecerte. Para llegar a unos brazos en los que desnudarte. Quitarte la ropa mojada, el miedo y todos esos prejuicios de mierda que te hunden cada vez más. Pero hasta que llegas te sientes incómodo, dando mil vueltas buscando la mejor postura para seguir. Y si no la encuentras, te entra el sueño y tienes pesadillas. Y después sólo puedes pensar que cada vez queda menos camino para encontrar tu sitio, si es que existe algún lugar que te esté esperando. Así que te deshaces, como un montón de polvo, y tratas de reconstruírte un poco de sentido. Tratas de excusarte la soledad diciéndote que nadie ha sabido mirarte lo suficiente como para verte. Que nadie se ha quedado escuchándote hasta oírte. Pero sólo son excusas, y las excusas no saben abrazarte por la espalda y decirte que eres lo mejor que le ha pasado a este mundo. Este mundo que se derrumba. Ya hay tantos escombros... Tantos sueños consumidos en el brillo de la mirada de aquel que nunca los cumplió. Y tú sólo deseas no ser uno más. Sólo deseas que alguien aterrice a tu lado. Y que se quede ahí.
Que se quede ahí...

De: En un mundo de grises.

No hay comentarios:

Publicar un comentario